La aceptación: Un camino posible

manos agarrando algo delicado, simbolizando aceptación

Por Paula Jansen.

Generalmente la vida no resulta tal cual la proyectamos. Por más que nos armemos planes a futuro, estos no siempre se cumplen. Por el contrario, la cotidianidad nos golpea con situaciones inesperadas, y no podemos cambiarlas. 

Lo que se nos presenta es, y ante eso no tenemos escapatoria. 

Esta diferencia entre lo que esperamos y lo que sucede nos hace reaccionar. Algunos nos enojamos hasta el punto de ponernos agresivos. Otros nos sentimos víctimas del destino y culpamos a los demás por nuestras desgracias. Otros negamos la realidad que está a la vista. Las reacciones pueden ser muy variadas, y todas nos generan un gran malestar. 

¿Qué hacer frente a lo imprevisible de la vida? 

Algo que ayuda mucho es aprender a aceptar la realidad tal cual es. Esto que digo parece una obviedad, pero es algo muy difícil de lograr en el día a día.  

Vamos a un ejemplo. Tamara vive enojada con la vida por tener a su mamá enferma de Alzheimer. Se castiga preguntándose “¿Por qué a mí?”, una pregunta que no la conduce a nada: lo que toca, toca, y en esto no hay opción. 

Cada uno de nosotros tenemos que lidiar con padecimientos, tristezas o enfermedades en algún momento de nuestras vidas. Nadie se salva del dolor ni de las pérdidas. Como vemos en Tamara, ella tiene que enfrentarse al dolor de su mamá enferma, y no puede hacer nada para evitarlo. Lo que sí podría evitar es la suma de sufrimiento por querer que su realidad sea otra. Debe cambiar su modo de ver el problema. Y este cambio de mirada sólo depende de ella.

Cuando uno acepta la impermanencia inherente de la vida…

…se permite ver opciones, soluciones y nuevas posibilidades para afrontar cualquier situación; y puede hacerlo con los ojos de la verdad. 

No se trata de no hacer nada al respecto, de resignarse. Por el contrario, se trata de hacer lo que se tenga que hacer, con la atención y la energía correcta. 

La aceptación, lentamente, irá disolviendo la capa de resistencia que a veces ponemos sobre nuestras propias experiencias, y nos dará mayor libertad de acción.

Hay cosas contra las que no podemos hacer nada. Entonces, por qué no aceptarlas. 

Una definición que me gustó mucho para comprender lo que entiendo por aceptación es pensar la Aceptación como la capacidad de reconocer las cosas tal cual son, y así dejar de luchar contra nuestra propia experiencia. 

Aceptación completa y absoluta 

Debemos aceptar desde la mente, desde el espíritu, desde el corazón. Cuando aceptamos algo radicalmente, dejamos de luchar contra lo imposible. Y ese dejar de luchar nos libera energía para seguir sosteniendo lo que no podemos cambiar.  

Nosotros, los humanos, vivimos malgastando el tiempo ―un tiempo muy limitado― tratando de forzar la realidad para que sea como nos gustaría que fuera. Nos empeñamos en controlar los acontecimientos, y esto sólo nos lleva a frustrarnos y perdernos las cosas que sí son placenteras, las que nos ayudarán a sobrellevar eso que no nos gusta. La vida se nos va diluyendo en quejas y enojos, mientras nos vamos perdiendo la posibilidad de vivir. Y digo “los humanos”, ya que nunca vi a ningún animal que se oponga a alguna experiencia que le toque atravesar. Ellos sí aceptan y viven la vida tal cual es. Hay mucho que aprender de los animales.  

Tenemos que tener en cuenta que evitar lo doloroso de la vida puede tener un efecto aliviador a corto plazo. Pero no debemos engañarnos: la evitación es la forma de perpetuar el sufrimiento en el tiempo. Es por eso que quisiera invitarlos a cada uno de ustedes a que se atrevan a encontrarse frente a frente con el dolor, intentando aceptar las situaciones dolorosas como si cada una fuera una experiencia más de la vida, sabiendo que el dolor nos modifica, nos fortalece y ante todo nos ayuda a valorar los momentos felices. 

Mi propuesta, hoy, es tratar de aceptar la vida en su totalidad, con lo bello y con lo desagradable; siendo lo que somos: humanos. Y, desde esa humanidad, disfrutar intensamente lo que nos toca. El dolor tiene el poder de destruir o de construir. 

Podemos transitar nuestra existencia desde la negación o desde la aceptación.  

De nosotros depende. 

Siempre tenemos la posibilidad de elegir.  



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