Por Laura Esposito.
Volví a ver una película Life of Pi, o Una aventura extraordinaria de Ángel Lee.
Evoca en mi la práctica de Mindfulness.
Cuenta la historia de un muchacho, que a partir de un naufragio, queda a la deriva con un tigre, una hiena y una cebra.
La lucha del más fuerte se impone sobre el más débil, pero también sucede que lo diferente se ve obligado a convivir..
Aprender de esa convivencia a veces totalmente disruptiva, pero que reconocemos como partes de nuestro ser.Esto sucede también durante la práctica de Mindfulness.
Lo disruptivo no es un accidente o un problema a superar, es constitutivo de nuestra persona. No es ni bueno, ni malo, es ser humanos.
En la práctica me encuentro muchas veces con elementos disonantes, pensamientos, sensaciones, emociones en las que no “me” reconozco. Y mi tendencia rápidamente era querer “corregirlo”.
Idea que me provocaba intensa inquietud y muchas veces me hacia abandonar la práctica.
Es difícil la convivencia con lo intrínsecamente disonante de uno o del mundo.
Convivir implica abandonar la idea de lucha. Mindfulness no elude los conflictos pero tampoco alimenta la resistencia.
Aprender a aceptar lo que sucede y soltar las expectativas son algunas de las enseñanzas que nos acerca la práctica.
Y fue la misma práctica que me fue llevando de a poco a tener esa disposición.
Dejar que las cosas sucedan, soltar, empiezan a ser palabras que me resuenan, que me ponen a disposición, con apertura para recibir la experiencia tal como se presenta.
Transitarla, sin saber donde va a llevar, como la película.
Me parece que la práctica se trata de dejar que algo se produzca, sólo retirando los impedimentos.
“Si comprendes que todo cambia,
Cesarán tus intentos de aferrarte”. TAO 74.