Por Paula Jansen.
Últimamente me aparece mucho esta frase: “Y si hoy fuera mi último día de vida…, ¿qué haría? ¿Iría a tal lugar? ¿Le daría tiempo a esto o aquello?”.
Esa simple reflexión me ayuda a diferenciar lo importante de lo accesorio, me centra, y ante todo me ayuda a estar más cerca de la vida que quiero. Y cada vez que la tengo presente, algo lindo sucede. Como el jueves pasado, cuando cambié mi rutina porque tenía un turno médico y decidí suspender el trabajo de la tarde. Aprovecho y adelanto cosas que tengo atrasadas, me dije. Y al regresar del médico, me quedé en casa para ponerme al día con todo lo pendiente.
Era una situación poco común que yo estuviera un jueves por la tarde en casa. Pero por suerte estaba ahí. Y digo por suerte porque Matías, uno de mis hijos, medio extrañado por mi presencia, me preguntó si me quedaba ahí. Le dije que sí, que tenía muchas cosas que hacer. Y ahí nomás me preguntó si quería ir al cine a ver la película de Los Increíbles II. Su propuesta me sorprendió totalmente. No me esperaba para nada semejante invitación. ¿Ahora?, pregunté. Sí, en un rato me contestó. Mi primera reacción fue negativa: No sé, tengo muchas cosas que hacer. Esa invitación me había sacado del esquema mental que me había armado. Automáticamente me vinieron a la cabeza las órdenes de Osde que tenía que pedir, las cosas que tenía que ordenar. ¿Hoy jueves ir al cine? ¿A esta hora? Y me volvían las obligaciones, el deber ser. Ya estaba a punto de decir que no, cuando apareció “Y si hoy fuera mi último día de vida…”. Y esas nueve palabras me ubicaron totalmente. La respuesta salió sin dudar: ¡¡¡Sí!!! ¡¡¡Vamos!!! A esa altura se había sumado Gonzalo, mi otro hijo. Qué importancia tenían las cosas pendientes, nada era imprescindible más que disfrutar de esa invitación tan especial. Eran la hora y el día adecuados. Estaba ahí, y nada menos que mis hijos me estaban invitando al cine. Al cine a ver una película de la que habíamos visto la parte I catorce años atrás. Era un plan imperdible, pero casi se me escapa. Sí, casi pierdo esa oportunidad única, por la simple inercia de la mente.
No hace falta explicar que la pasamos hermoso, que nos encantó la película y que disfrutamos de estar juntos.
Agradezco haber tenido presente “Y si hoy fuera mi último día de vida…”
Porque fue esa reflexión la que me recordó cómo quiero vivir. No puedo saber en realidad cuál es mi último día de vida. Nadie lo sabe. Por eso quiero vivir cada día como si fuera el último.
Por eso los invito a que diariamente traigan a su mente “Y si hoy fuera mi último día de vida…”. Les aseguro que será una brújula para que cada uno pueda tener presente la vida que quiere vivir.